lunes, 1 de junio de 2009

Funcionalismo Holandés

Cobró fuerza en la segunda década del siglo XX, y hoy impregna claramente tendencias contemporáneas como el estilo minimalista. Se trata del funcionalismo, que como parte del movimiento racionalista fue aplicado a la industria del mueble, buscando formas claras y simples, colores puros y eliminando todo aquello que sea innecesario para las necesidades concretas, útiles y prácticas de cada pieza.

En ese marco, el funcionalismo holandés desarrolló su propio camino, con una fuerte impronta personal que puede rastrearse en movimientos como De Stijl, en la llamada Escuela de Ámsterdam o en creadores como Gispen. Con las lógicas diferencias que existen entre cada representante, el funcionalismo holandés se caracterizó en líneas generales por buscar muebles, complementos y objetos que prescindan de los adornos y persigan una extrema funcionalidad y practicidad.

Aprovechando los sistemas mecánicos, el funcionalismo holandés priorizó la resistencia y calidad de los materiales y estructuras, junto a la correcta adaptación de la pieza a las necesidades del cuerpo humano, en muebles como por ejemplo sillas sin patas traseras, con gran utilización del acero. La honestidad y simpleza del diseño eran algunas de las características que llamaban la atención del funcionalismo holandés, y que aún hoy son destacadas en todo el mundo.

En la foto puede apreciarse un claro ejemplo de estas búsquedas. Se trata de una silla denominada Karel Doorman, una creación del diseñador holandés Rob Eckhardt. Se caracteriza por la simpleza de sus líneas y la comodidad buscada, gracias a un sistema que permite a los usuarios adoptar distintas posiciones, de acuerdo a sus necesidades. El modelo es actualmente comercializado por la firma Bonluxat.

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